Es difícil encontrar las palabras justas cuando se habla del cáncer, porque no es solo una enfermedad, es una experiencia que cambia la vida, que nos enfrenta a nuestros mayores miedos, y al mismo tiempo, nos revela una capacidad inmensa de amar, de cuidar, de resistir.
He convivido con el cáncer no solo desde lo profesional, sino desde lo más íntimo: mi familia. Lo vi llegar sin avisar, y se quedó más tiempo del que quisiéramos, pero, nos ha enseñado, incluso en medio del dolor, lo valioso de cada día, cada gesto, cada silencio compartido, y sobre todo, a vivir el día a día con esperanza y confianza en Dios.
Cuando compartí micrófono con Marco Burgos, en el podcast que grabamos para ustedes, sentí que se abría un espacio de empatía, paz y aún más esperanza. No estábamos ahí como especialistas o paciente, sino como personas que han vivido el cáncer de cerca. Hablamos con el alma, y con esa conversación, encontré algo que a veces cuesta encontrar cuando se vive este proceso: esperanza y tranquilidad.
En esta ocasión, no fue la esperanza como promesa de cura, sino como posibilidad de vida, de una vida distinta, sí, pero llena de sentido, donde la perspectiva de vida cambia por completo.... Porque, el cáncer cambia muchas cosas… la angustia e incertidumbre se vuelve parte de cada minuto y eso nos hace conocer emociones que posiblemente nunca hemos sentido.
Esta enfermedad, nos hace tomar una pausa profunda y darnos cuenta que la vida no solo es el "corre corre", donde frases como "no tengo tiempo" o "no me da la vida", dejan de existir, donde lo que antes era prioritario, toma un lugar muy poco importante en tu vida, donde lo mejor del día es saber que tu ser querido no presentó síntomas por la quimioterapia o pasó un buen día. Hay muchas cosas que a veces ni se dicen, solo se toma como algo "natural" de cada día.
A quienes están pasando por este camino, quiero decirles algo con el corazón en la mano: no están solos. Quien enfrenta el cáncer desde su cuerpo necesita compañía, comprensión, libertad para expresar lo que siente sin que lo invaliden, así como respetar sus silencios. Quien lo acompaña (un cuidador, una madre, un hijo, una pareja) necesita espacios para descansar, llorar, frustrarse, amar y a veces no sentirnos culpables por "querer salir corriendo". Ambos merecen cuidado. Ambos merecen cariño, comprensión y empatía.
He aprendido que convivir con el cáncer no es solo luchar. A veces es rendirse, dejar fluir, a lo que no se puede controlar, pero sin perder la fe y la esperanza. Al inicio cuesta encontrar alegría en lo cotidiano, pero se aprende a vivir distinto. Este proceso también nos lleva a abrirnos a la posibilidad de hablar del dolor sin que eso nos robe la capacidad de reír. Tratar de continuar con nuestras vidas, siguiendo sueños, metas. Habrá momentos en que debemos ir más lento o de tomar una pausa, y eso está bien.
Para finalizar, he entendido que el amor no se detiene ante el cáncer, se transforma, se vuelve más claro, más presente, más real.
Si estás leyendo esto y el cáncer te ha tocado de alguna forma, que esta sea una pausa para el alma, para reflexionar, para estar contigo mismo, seas paciente o familiar. Si aún no sabes cómo hablar del tema, no pasa nada. A veces lo único que se necesita es estar, abrazar, o simplemente decir: aquí estoy.
Les dejo esta pequeña reflexión... donde cada quien estará viviendo esta enfermedad de diferentes formas, pero al final, somos nosotros mismos los que decidimos cómo iremos viviendo cada día.
Ethel Maldonado Molina, Psicóloga y Fisioterapeuta.
🎧 Escucha el podcast: El cáncer en primera persona: El cáncer en primera persona: E9. Parte 1, E9 Parte 2, E9 Parte 3